miércoles, 21 de septiembre de 2011

De paranoias y esas cosas racionales....

Reaparezco…como siempre en horas inoportunas. Sí, en esas mismas horas mentirosas que odias. Sin embargo, son horas que esperas y no llegan, horas que llegan sin esperar, horas vacías, horas muertas, horas interminables, horas eternas, horas felices. Llámalo hora, momento, pasado o presente. Qué mas da, compañero, lo que importa aquí es el adjetivo….aunque tú seas más de verbos. Por cierto, hoy llevaba gafas oscuras… amanecí con el alma endiablada y el mundo transitaba (anda, mira tú por donde aparece el verbo transitar) con una pasividad irritante. Nadie tiene la culpa de mis demonios.

Ahí va esto…..que quiere ser un intento de perfil en formato de carta y, encima, en segunda persona. Para los que disfrutan con un viaje truncado...cuando es en el vagón de un tren....con un libro entre las manos.

A Pilar…. (es tan cierto lo de los amigos y los tesoros.....)

Tienes la sublimidad salvaje de una amazona sin dueño. Eres la más mujer entre mujeres, de esas que sobre tacones, hieren las aceras con socavones, de esas que, con su paso, trastornan el sopor de una tarde de agosto. Cierro los ojos y sonrío, tengo tu imagen grabada en esta caja de instantáneas. Es primavera, final de verano en La Habana. Vamos tres, las tres de siempre, por una plaza que no era plaza sino suelo paradisíaco de pasiones llameantes. Respiramos un aire que jamás se nos hizo extraño, para entonces tú ya volabas junto a los mil y un sabores salseros. No eras de carne, eras baile caribeño sofocado en las mejores noches de la Casa de la Música, sin embargo, nunca fuiste tan humana, tan sincera, tan feliz. Ahora, lejos de tu Cuba vuelves a las tierras de ultratumba que tanto te pesan a veces. Pero no importa cómo te imagine, ni dónde, ni cuándo porque siempre serás tan bonita como una muñeca sin estrenar, una princesa de alma tierna ahogada en un vaivén de claroscuros. Sabes que estés donde estés la belleza aletea y salpica por tus rasgos cordobeses.

Recorres las calles como gata por sus dominios caseros, sin prisa, a veces distraída, a veces ensimismada, con la eterna compañía de un contoneo que perfila y redondea las esquinas por las que apareces y desapareces. Nunca te lo dije, admiro tu sencillez, el misterio de una inocencia a medio perder. Creo que naciste demasiado frágil para la crueldad de los más crueles y demasiado fuerte para los acerbos de esta vida. Me entusiasma saber que aún existe lo genuino. De ti aprendí que la alegría no entiende de artificios ni dobleces, que la amistad comprende, perdona, anima y acompaña en la bonanza y en la desdicha.

Todo lo que pueda escribirte dirá lo suficiente pero no lo imprescindible, así que prefiero un abrazo, un recuerdo o una carcajada…que de eso tengo mucho… y hasta que pueda dártelos confórmate con un te quiero.

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